viernes, 22 de agosto de 2003

Cuando fui a Guadalajara a visitar a aLe conocí a un hombre perfecto. Ibamos aLe y yo en el camión y de repente, subió un tipito hermoso: de casi 1.80m, super delgado tirando a flaco, cabello largo... y qué largooo! Le llegaba casi a la cintura el bendito pelo, aparte, estaba recién bañadito así que nomás pasó junto a nosotras y wow, el olor a limpio es lo mejor que hay en la vida! Sí, el tipo era medio dark, iba todo de negro, pero era lindo, amable, buena gente. aLe le pidió la seña de una calle, de primera no supo ubicarnos, pero cuando estuvimos a punto de bajarnos en un lugar equivocado, él corrió a decirnos que mejor lo hiciéramos un par de calles más abajo porque ya había recordado a dónde ibamos. Esa fue la única vez que lo vi y supongo que será también la última. Mal plan...
La misma sensación de haber encontrado al hombre perfecto la tuve el lunes pasado en la oficina: poco más de 1.75m, cuerpo atlético, culto, inteligente, amable, simpático, conocedor de deportes... y ciertamente, casado y con una hija casi de mi edad. Juro que nunca antes en la vida me había gustado un hombre casado. Y juro que hoy que regresó a su país, tuve que eludir recibir su abrazo de despedida. Hubiera sido el acabóse para mi tonto corazón. Por supuesto, fue la última vez que lo vi...

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