domingo, 12 de junio de 2005

Hay ciertos días que me da por reorganizar completamente mi vida. Arreglar el cuarto; barrer la pelusa de debajo de la cama; acomodar el montón de libros y cuadernos; ordenar las copias, tareas y papers del semestre escolar; tirar toda la basura acumulada entiéndase folletitos, hojas, recados, flyers, pequeños escritos; hacer una revisión exhaustiva de mi guardarropa; depurar las cinco cuentas de correo eléctronico -siii, hasta la de Gmail, con todo y sus 2Gb de capacidad-; limpiar el refrigerador y tirar toda la comida mutante; desechar los cosméticos caducos; seleccionar los cuatro o cinco libros que estaré leyendo durante el mes; cambiar las fotografías de los portarretratos, incluso hacer un reacomodo de muebles... pero cuando de plano estoy en mood organizador si lo hay, es cuando decido poner manos a la obra en al menos un par de ideas, proyectitos en mente, pequeñas ociosidades y hasta asuntitos relevantes que me dan vueltas y no me dejan dormir. Es que soy la desidia con patas, pienso demasiado las cosas, les doy una, dos, tres, cuatro, cinco vueltas y hago una lista de pros y contras... pero a veces se me va la vida en tanta pensadera.

Ayer hice algo que tenía muchas ganas de hacer, a lo cual le invertí un tiempo considerable de investigación en libros y preguntando con gente experta. Hacía ya varios meses que estaba segura de mi decisión pero había dejado el último paso para después. Y aprovechando que estaba con ganas de concluir ciclos mandé un par de mails y pronto muy pronto daré pasos más en firme hacia lo que quiero hacer el resto de mi vida, o al menos los siguientes cinco años. Ja, lo único que me da risa es que estoy precisamente en una de esas etapas donde los únicos recursos con los que cuento son mis sueños e ideales... aunque quizá no haga falta mucho más.

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