jueves, 3 de abril de 2003

De cómo Mich se convirtió en una lectora compulsiva
Casi desde que nací, me adoptó culturalmente un tío materno. En lugar de leerme los tradicionales cuentos infantiles tipo La Caperucita Roja o Los tres cerditos, mi tío me leía a Bertrand Russell y a Marguerite Yourcernar.
Tengo un recuerdo muy vago, de esos que parecen que no sucedieron sino que uno los soñó, donde mi tío leía acerca de las mariposas amarillas de Mauricio Babilonia. Adoraba especialmente que me leyera las Novelas Ejemplares de Miguel de Cervantes. Mi novela favorita era la del Licenciado Vidriera. ¡Tendría unos cuatro años cuando, mientras él la leía, yo actuaba como si fuera el licenciado que temía romperse por creerse de vidrio! Pero mi tío era bastante selectivo en sus lecturas, pues según él "sólo me leía aquello que contribuyera a la formación de mi espíritu crítico y creativo". Jejejeje...pero digo, con cinco años una niña no puede esperar ser demasiado crítica, vdd? Así que comencé a rogarle a mi madre que me enseñara a leer. Casi casi puedo decir que soy una lectora autodidacta... Los años de primaria me los pasé entre mi segundo amor: los números (también enseñados por mi tío). Recuerdo perfectamente cuando a los siete años me enseñó álgebra... ¿Cómo? ¿a + b = c? Damn! Esa misma sensación y esa misma cara de trauma las vi en mis compañeros de secundaria cuando nos enseñaron los rudimentos algebraicos...jejeje, yo ya había pasado por ahí!
En la secundaria me gané muy pronto el afecto de los maestros e incluso del director. En la clase de Español, el profe siempre se asombraba de los muchos libros que había leído. Confieso que no los habia leído completos: de muchos de ellos sólo sabía lo que mi tío me contaba o me sabía los pasajes que él seleccionaba para mí. Un día llegaron varias cajas de libros para la biblioteca escolar. Creo que yo era la única que leía los pocos libros que había, así que me avisaron y me dijeron que el director había autorizado que me llevara los libros que quisiera aún cuando todavía faltaba clasificarlos y etiquetarlos, siempre y cuando los entregara el lunes siguiente...
Yo estaba buscando algo de Javier Marías, pero me topé con Cien Años de Soledad. Desde que tengo uso de razón leo las revistas y los periódicos de atrás para adelante, así como leo PRIMERO la última página de los libros y entonces comienzo la lectura formal. Así que me topé con un recién nacido con cola de puerco que es devorado por las hormigas mientras, en espiral, se repite la historia centenaria de sus ancestros... Y me lo llevé a casa. Era viernes, así que tenia todo el fin de semana para leer. Ese día pronuncié la frase que aún ahora le sigue provocando pavor a mi madre: traje un libro nuevo. Tuve que engañarla a la hora de dormir y creo que fue entonces cuando se desarrolló mi miopía, pues me encontré leyendo a medianoche con la luz de una vela. No dormí en toda la noche, anduve como zombie todo el weekend, pero de alguna prodigiosa manera conseguí leer el libro entero... Cuando me topé con las mariposas amarillas tuve algo así como un deja vu. Podría jurar que había estado con Meme y Mauricio Babilonia años atrás! El resto de la secundaria me la pasé sacando libros de la biblioteca y ahora sí, leyendo todos aquellos libros de los que sólo me sabía pasajes escogidos...y leyendo incluso aquellos que mi tío detestaba.
En la prepa conocí las tragedias griegas y comprobé lo que dice Salomon: no hay nada nuevo debajo del sol. Las mismas historias que se cuentan ahora ya se contaron antes, muchas veces con mayor maestría.
Esa es mas o menos mi historia. Soy una lectora compulsiva, leo todo lo que me ponen enfrente...incluso cuando viajo, me encanta leer los letreros de las carreteras! Pocas veces he dejado lecturas inconclusas, para mí un libro es bueno hasta que demuestre lo contrario (algunos lo demuestran en la primera página, pero siempre siempre se puede sacar algo de provecho).
Lo único que no sé es cuando comencé a leer de la forma en que lo hago. De cada libro hago tres lecturas: la primera es exploratoria, en ella determino si me gusta o no. El hecho que me guste no tiene nada que ver con la buena manufactura: medio mundo adora a Hemingway pero a mi no me entra ni a golpes. Otros tantos dicen que Rayuela es genial y yo no he conseguido entenderle. Otros más dicen que Angeles Mastretta usa demasiados clichés, pero a mí me gusta mucho su estilo. Si el libro pasa la primera prueba, entonces hago otra lectura más profunda, viendo el estilo y anotando las palabras que no entiendo. He leído cinco veces Cien Años de Soledad y cada ocasión me topo con nuevas palabras desconocidas. Sucede que muchas veces obviamos cosas por el contexto, pero neta, cuando las buscas en el diccionario son cosas totalmente opuestas a lo que te habías imaginado. Ya por último, en la tercera lectura me centro en los pasajes que más me gustan. Especialmente me fijo en las descripciones. Es asombroso cómo leer a Gabo es mil veces mejor que ir al cine. Describe tan primorosamente cada lugar y cada circunstancia, que realmente puedes sentirte dentro de la escena. O cuando Kafka describe las patas y el vientre de Gregorio Samsa, uno puede sentir la desesperación de despertarse convertido en insecto. O cuando Rulfo habla de Comala y los muertos que están vivos y los vivos que están muertos...realmente da miedo!

...Y es todo lo tengo que decir al respecto