lunes, 7 de octubre de 2002

Salmo 139 (RV60 y NVI)

Oh Señor, tú me has examinado y conocido. Tú has conocido mi sentarme y mi levantarme; has entendido desde lejos mis pensamientos. Has escudriñado mi andar y mi reposo, y todos mis caminos te son conocidos. Pues aún no está la palabra en mi lengua, y he aquí, oh Señor, tú la sabes toda.
Tu protección me envuelve por completo; me cubres con la palma de tu mano. Conocimiento tan maravilloso rebasa mi comprensión; tan sublime es que no puedo entenderlo.
¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia?
Si subiere a los cielos, allí estás tú; si tendiera mi lecho en el fondo del abismo, también estás allí. Si tomare las alas del alba y habitare en el extremo del mar, aun allí me guiará tu mano, y me asirá tu diestra.

Si dijere: "Ciertamente las tinieblas me encubrirán; aun la noche resplandecerá alrededor de mí."
Aun las tinieblas no encubren de ti, y la noche resplandece como el día; lo mismo te son las tinieblas que la luz.
Porque Tú me creaste; me formaste en el vientre de mi madre. Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras; estoy maravillada, y mi alma lo sabe muy bien. No fue encubierto de ti mi cuerpo, bien que en oculto fui formada, y entretejida en lo más profundo de la tierra. Tus ojos vieron mi cuerpo en gestación, todo estaba ya escrito en tu libro; todos mis días se estaban diseñando, aunque no existía uno solo de ellos.
¡Cuán preciosos me son, oh Dios, tus pensamientos! ¡Cuán grande es la suma de ellos! Si los enumero, se multiplican más que la arena; despierto, y aún estoy contigo.
[...] Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno.