miércoles, 6 de abril de 2005

No sé si ya hablé alguna vez de esto, pero además de obsesión por el cabello, tengo obsesión por los calcetines. Cuando me preguntan que es lo primero que veo en un chico, ya deben saber la respuesta: el cabello. Pero luego me fijo en sus calcetines. No hay nada más patético que un vato con los calcetines mal combinados, que trae por ejemplo jeans azules y calcetines verdes, guaaac! O lo típico, pantalón y zapatos negros con calcetines blancos, si ya no estamos en los 70's, por Dios! También es horrible que traigan los calcetines hechos bola, todos arrugados... o que usen calcetines deportivos con atuendo formal. Es simple y sencillamente desagradable. Ni que decir de aquellos que tienen complejo de California Beach y andan sin calcetines en plena selva de concreto.

Ayer me encontré al único profesor del Tec capaz de provocar sentimientos exaltados en el 95% de las niñas que llevan clase con él, y me incluyo. Yo venía leyendo cualquier babosada (como siempre) y tuve que alzar la vista cuando noté que había un obstáculo en mi línea de paso; era él, que estaba platicando con algún colega. Lo único que hice fue ponerme una cazuelita para la baba y continuar mi camino. Por supuesto el Jekyll volvió a preguntarme qué diablos le vemos todas las niñas al dichoso profesor.

Ok, pues llegó la hora de confesar. Si les he contado que son su doctorado y doble maestría antes de los 30 años, o su mención honorífica de excelencia al egresar de la carrera, o su infinita bondad y paciencia al explicar Física I o incluso su bien cuidado cuerpo producto del ejercicio diario, pues no es ciertooo, aunque todo lo antes mencionado bien que ayuda. El verdadero motivo, como podrán imaginar, son sus super combinados y restirados calcetines, que tuve el gusto de conocer la única vez que fui a asesoría con él: traía un pantalón de vestir negro, calcetines negros muy finos, y mocasines negros. En ese momento supe que lo amaría el resto de mi vida, jajajaja.

Siguiendo con el tema, recuerdo un novio que tuve que se ponía los primeros calcetines que encontraba. Un par de veces le comenté que tuviera más cuidado y me hizo caso por un tiempo, hasta que terminamos y le perdí la pista a sus calcetines. Sé de buenas fuentes que su gusto calcetinesco no ha mejorado en lo absoluto. También recuerdo a otro que lo último que le veía eran los calcetines, pero eso se debe a que toda mi atención la ocupaba su cabello. De otro más tengo muy presente que su elegancia calcetinística variaba siguiendo una tendencia discreta: es decir, unos días era buena, los demás no.

Y ya me voy, que acabo de ver unos calcetines dignos de toda mi atención...

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