domingo, 17 de octubre de 2004

Extraño que mamá me despierte con un beso y me diga que el desayuno está casi listo, que no tarde en bajar; pero también extraño cuando se enoja porque duermo demasiado y me dice sarcásticamente si así hago todos los días en Monterrey. Extraño el molito verde que prepara sin falta el día que llego a la casa, que sirva platos súper abundantes, que vea mi cara de sorpresa "¿quieres que me coma todo eso jefa?" y me mire con sus ojos lindos de "es mi forma de decir que te quiero". También extraño que me apure cuando la ayudo a cocinar, que se desespere tanto que termine por correrme de la cocina y que me regañe por mi mala manía de meter la mano en las cazuelas "para probar un poquito". Extraño que me abrace por la cintura, se recargue en mi pecho y me diga "te quiero mucho mi niña". Pero también extraño cuando a punto de acabarse las vacaciones me entra la depre, las ganas de botarlo todo y quedarme en casa, y ella, con voz dulce pero firme me dice: "estás allá porque quieres lograr algo, así que agarra tus maletas y te me vas a Monterrey". Ella es tan linda, tan buena, pero le alcanza para ser dura e inflexible cuando la ocasión lo requiere.

Extraño a papá cuando llega del trabajo por la mañana, cargado de pan dulce y otras minucias para el desayuno. Extraño oír a los cachorros saltar de alegría cuando lo ven llegar; saltan, corren y ladran tanto que es la señal inequívoca de que tengo que levantarme. Extraño bajar con los pelos parados y la pijama aún puesta para recibir a papá con un beso, y que me diga "¿cómo dormiste chaparra?". Pero también extraño que revise mis calificaciones, que me dedique miradas de aprobación cuando éstas son buenas, pero que pida explicaciones contundentes cuando no lo son. Extraño sentarme con él a mirar el fútbol y conversar de asuntos teológicos, pero también extraño cuando llegamos a puntos sin retorno y discutimos fuertemente. Extraño que sea un padre tan celoso de su princesa, pero que se alegre muchísimo cuando salgo con alguien. Papá se empeña en ser un hombre fuerte y por eso lo he visto llorar tan pocas veces, pero casi todas han sido por mí.

Extraño la risa del Enano y toda su energía. Pareciera que trae consigo una estela de alegría, de buena vibra, de música, de paz. Todo cambia cuando él está en casa. Extraño que con su sencillez me ayude a deshacer mis arañas mentales, aunque detesto que a veces se burle y diga que me encanta complicarme la vida. Extraño encontrarlo a medianoche mirando el TvGuide en muting, ideando nuevas canciones o sacando las notas de su canción preferida en turno. Pero también extraño que discutamos porque se adueña del control de la tele, porque tenemos gustos musicales diferentes y porque en general, tenemos distintas perspectivas de la vida. Extraño que cada vez que me cambio los zapatos se mida conmigo para ver quién es más alto, pero adoro su cara de orgullo cuando me arreglo "hasta pareces de mi familia... ven 'manita, vente del brazo conmigo". Extraño que su risa fácil sea tan contagiosa que me haga reír hasta de la más absurda tontería.

Extraño dormir con la Pify, aunque me dé patadas y me quite las cobijas. Extraño oírla hablar como una experta veterinaria, regañándome porque no les lavé bien las orejas a los perros o porque les dí demasiada comida a los peces. Extraño ver su cara de admiración cuando me arreglo para salir, pero también extraño su aguda crítica con mi ropa "cuando mamá te vestía eras toda una princesa. ahora pienso que cada vez estás más loca". Extraño las cartitas que me escribe cuando se acaban las vacaciones, los dibujos que me hace, los mensajes de aliento que esconde en mis maletas. Me gustan sus ojos cuando llego a casa, pero me duelen en el alma cuando me voy.

Extraño a mi Laishita, a mi hija perro preciosa que es feliz si la llevo en brazos. Extraño inventar cualquier pretexto para salir a la calle con ella. Extraño los saltos de la Joy -es el clon perruno de Tiger- y el cariño del Peluso. Incluso extraño tener que arreglar sus destrozos, limpiar sus gracias matutinas y escuchar de cuando en cuando las quejas de mamá por las travesuras que hacen.



Extraño todo eso, y aún muchas cosas más. Así ha sido siempre, sólo que hoy estoy más sensible porque hice cuentas y son ya seis meses de no verlos... Y todavía faltan otros dos.

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