viernes, 24 de septiembre de 2004

A la oficina siempre voy ligeramente formal pero nada del otro mundo, de cara lavada y cabello recogido. Apenas lo suficientemente decente que exige el protocolo, pero lo bastante cómoda como para ir después a la escuela.
Hoy hice una excepción nomás porque sí: zapatos altos, cabello suelto y alaciado, un poco de maquillaje, un vestidito todo lindo. Y claro, todos preguntaron a qué se debía el notorio cambio, si tenía un date, si saldría con el novio (¿cuál?), si iría a algún lugar importante, que a quién quería impresionar, blablablá. No han dejado de molestar en todo el día. Uno ya no puede cambiar su rutina diaria porque enseguida piden explicaciones, jijiji. Nah', para qué me hago. En el fondo me ha gustado ser el centro de atención toda la mañana, y estoy casi segura que esta "excepción" es producto de haber recordado que el bebé una vez me dijo: nunca te he visto mas que con jeans, y las ocasiones siguientes sólo me puse faldas, y luego me dijo: no te he visto cos vestidos, y el muy menso ya no alcanzó a verme así.
Aunque bueno, ninguno de los dos ha muerto (yo sí, un poquito más cada día) y todavía puede haber otras oportunidades... sólo que ya para qué...

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