En la mañana me dolía la panza, tenía migraña y me dolía el corazón de mentiras. Hacía frío y se me antojó una taza de café: recordé que el café me provoca más migraña pero de cualquier manera me tomé el café. Después me encontré unas galletas en el escritorio que tengo secuestrado y me tomé otra taza de café. Llegó la hora de tomarme la segunda dosis de la pastilla para la migraña y me tomé una tercera taza de café. Sigue haciendo frío, pero ya no tengo migraña ni me duele la panza. Eso sí, el corazón de mentiras seguirá doliendo porque en el fondo soy una niña buena que le gustan los niños malos, pero que quiso ser mala a ver si se encontraba un niño bueno. Y sí, sí lo encontró, pero cuando trabajas en las cosas equivocadas, aunque las hagas muy bien, no te aportan ni mucho éxito ni mucha felicidad, y lo mismo ocurre con las relaciones. Puede que las tres tazas de café me hayan entontecido, pero hasta donde alcanzo a ver con mis 1.50 grados de miopía, la felicidad tuvo, tiene y creo que siempre tendrá el mismo nombre.
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