martes, 22 de febrero de 2005

NUNCA había estado presente en un accidente de laboratorio. NUNCA había sido la causante o al menos parte del equipo causante del problema. Por supuesto que he sufrido quemaduras en las manos, heridas en los dedos (la última hace quince días), irritación en los ojos y/o garganta, ligeras intoxicaciones, eso es de ley... una vez me tocó estar al lado de un equipo al que le explotó una reacción con benceno, pero de ahí en fuera, nada importante.

En el laboratorio de Ingeniería Ambiental hay una práctica donde determinamos la concentración de SO2 en una corriente gaseosa a través de una titulación con yodo. Es un procedimiento sencillo, con los inconvenientes de que las sustancias empleadas son muy irritantes y huelen mal. Por eso el experimento se hace al aire libre.
Todo iba bien hasta que repentinamente el ducto por el que pasaba la corriente gasesosa se encendió con la combustión del azufre. El fuego alcanzó a consumir gran parte del ducto y dejó inservible el vidrio de reloj. Aunque estábamos afuera del laboratorio, la alarma contra incendio alcanzó a detectar el humo y todos los que estaban haciendo prácticas corrieron a ver qué pasaba. Todo ocurrió muy rápido.

Yo no me di cuenta que el ducto se estaba incendiando hasta que oí gritar a Lucy. Luego, como en cámara lenta, vi correr a los instructores, a los encargados del laboratorio, vi que salía gente, que se asomaban por las escaleras, que corrían a preguntar en qué podían ayudar. Luego vi que mis tres compañeros de equipo estaban tosiendo en un rincón, tenían los ojos llorosos y me decían que fuera para allá con ellos. Me di cuenta que yo también estaba llorando, pero alcancé a reaccionar cuando quisieron apagar el fuego con agua (el azufre hubiera reaccionado agresivamente) y fui la única que corrió a salvar las mochilas y las computadoras. Ya luego vinieron todos a preguntarme si estaba bien, y cuando controlamos el mini-incendio, nos reímos a carcajadas. No fue divertido, todos quedamos apestando a huevo podrido, con la garganta super irritada y los ojos llorosos, pero nadie había resultado herido o gravemente intoxicado. Nos dimos cuenta que, aunque tengamos conocimiento de las normas de seguridad y el manejo adecuado de las sustancias, en un momento de desesperación lo único que hacemos es aventar agua y salir corriendo. Je, creo que no podía graduarme sin saber lo que se siente causar un pequeño incendio o estar en un accidente. Aunque ahorita me duela la cabeza por la ligera intoxicación...

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