lunes, 31 de enero de 2005

Se pronostica frío para toda la semana. También habrá lluvia. Me gusta sentir la lluvia caer; a veces, cuando nadie me ve, me da por saltar en los charquitos y mirar hacia el cielo para que el agua me caiga en la cara... pero no me gusta que llueva cuando debo ir de la oficina a la escuela y de la escuela otra vez a la oficina. Se moja la mochila, me salpico los jeans, se gastan los zapatos. Y los conductores regios son muuuy poco amables: pasan por los charcos con alevosía para dejarte hecho sopa. Esta ciudad se hizo para los que tienen carro, definitivamente.

No me gusta la gente que te hace una pregunta y no se detiene a escuchar la respuesta. Si no le interesa lo que tienes que decir, ¿por qué diablos te preguntó entonces? A lo mejor es un mal generacional: mis roomies, menores que yo cinco años, tienen esa costumbre. Entre ellas no hay bronca, pero detesto cuando me lo hacen a mí. Tampoco me gusta la gente que dice: ¿me prestas tu lapicero? cuando ya lo tiene en las manos. Mucho menos me gusta que te pidan las cosas así, a secas, sin decir "por favor". Pero la gota que colma el vaso es que te pidan las cosas sin decir por favor, y luego se vayan sin decir siquiera "gracias". La amabilidad y la buena educación son cosas que están muy olvidadas en este mundo.

Ahora disfruto ir a clases. Ya no soy una extraña, al menos tienen la referencia del semestre pasado. Tengo un par de nuevos amigos que me apartan lugar en el laboratorio, hacen la tarea y se juntan a estudiar conmigo. El plus es mi super adorado Jekyll, con quien llevo dos clases después de N semestres de estar separados. Me hace recordar los buenos tiempos, aquellos donde NO llevábamos laboratorio en martes porque era miércoles, sacábamos pH's con parte imaginaria y preguntábamos: ¿ya tienes la tarea? ¿cuál? la que seaaa! pásamela!

Ahhh... qué tiempos aquellos.

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