lunes, 23 de agosto de 2004

Mi rock star roomie tiene una gata tonta. El sábado por la noche muy noche, mientras veíamos Cold Mountain, a la gata le dio por emprender la graciosa huida. Yo dije: los gatos son gatos, encontrará el camino de regreso. La roomie no me creyó, entró en una patética crisis de nervios y tuvimos que organizar el operativo Cat Rescue.

A mí me tocó buscarla por los cinco pisos del edificio. A esas horas de la madrugada sólo encontré dos departamentos con las luces encendidas. Según mis investigaciones, a uno de esos depas entró la gata como Juan por su casa, pero después de inspeccionar el área, repleta de latas de cerveza, cajas de pizza, ropa sucia y montones de libros (típico depa de estudiantes), decidió continuar la travesía. Yo me moría de sueño, y aunque el sujeto gatuno desaparecido no cuenta con mi simpatía, el profesionalismo de una agente espía debe imponerse a los sentimientos. Además, no era cosa de dejar a la rock star roomie en su estado de desesperación.

La sweet-in-love roomie se unió al operativo poco después de terminar su kilométrica llamada con el novio. Encerró a su perro y emprendió la búsqueda en el parque de enfrente. Yo me uní a la tarea y tuvimos tan pésimos resultados que sólo encontramos a unos perros haciendo popó, un vagabundo dormido debajo de un árbol, un tipo que nos ofreció yerba y unos patéticos insectos que nos picaron las piernas.

La sexy festive roomie se encargó del interrogatorio a los sospechosos, de mantener intacta el área del crimen y de tranquilizar a la rock star-and-now-without-cat roomie.

Cuando estábamos a punto de abortar la misión la rock star-and-nervous roomie tuvo una idea: en caso de que la gata hubiera saltado, su voluminoso vientre producto de la esterilización le habría impedido el regreso.
So, la buscó en el único lugar que no lo habíamos hecho, en el pequeño sótano del edificio. Ahí la encontró en posición fetal gatuna si la hay, temblando de miedo y oliendo a basura. El operativo había terminado, liberamos a los sospechosos, apagamos las luces y nos retiramos a descansar a nuestros aposentos.

Al otro día, la noticia de la ausencia de la gata había llegado a oídos de todos los vecinos (con algunas adiciones a la historia, se rumoraba un doble secuestro animal: gatuno y perruno). De sobra está decir que sólo los niños tocaron repetidamente a la puerta ofreciendo sus servicios como agentes espías, y que las niñas nos miraban con desdén.
Sin querer descubrimos una inocente forma de "socializar" con los vecinos, con tan buenos resultados que la sexy festive roomie ya encontró compañero para sus clases de salsa, la rock star-with cat roomie conoció a otro amante del rock, la sweet-in-love roomie encontró quién le ayudara con la redacción de sus ensayos y hasta alcanzó para que la weird and eclectic roomie (ésa soy yo) hallara con quién charlar de libros, música, deportes y política. Ah, y eso sin contar la contratación sin pago del agente espía que instalará un dispositivo fantasma para tener acceso a la TV por cable y al internet al mismo tiempo.

Misión cumplida.

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