jueves, 12 de septiembre de 2002

Hoy es día de un funeral. Después de tres semanas y media de angustia e incertidumbre, al fin sé lo que pasó. A veces el amor no alcanza para cubrirlo todo. Cuando las personas cambian no hay mucho que podamos hacer. Rich cambió, estoy segura que para bien. Yo también cambié, aún no sé para qué. Lo mejor que nos podía pasar era ser sinceros y ayer los dos lo fuimos.

Hoy desperté recordé una de las novelas que más me gustan. Es de Don Mario, sí, el gran Benedetti, que a veces creo que me roba pedazos de vida para pegarlos en sus libros. Se trata de "La Tregua". A manera de epitafio trascribo unos párrafos con algunas correcciones para esta ocasión: el fin de una relación que cambió mi vida por completo.

«Sé que algunos dirán: "Lo siento Mich", y yo, que lo siento no exactamente como un dolor sino como una catástrofe, como un derrumbe, como un caos, soy consciente de esa mentira, porque decir "lo siento", pronunciar ese pésame, tan frívolo, tan tardío, es sencillamente espantoso, es casi lo mismo que decir "falleció"... Porque murió es la palabra, murió es el derrumbe de la vida, murió viene de adentro, trae la verdadera respiración del dolor, murió es la desesperación, la nada frígida y total, el abismo sencillo, el abismo. Cuando muevo los labios para decir: "murió", entonces veo mi inmunda soledad, eso que ha quedado de mí, que es bien poco.
Con todo el egoísmo de que dispongo pienso en mí misma, en la remendada ansiosa que ahora paso a ser. Pero ésa es, a la vez, la forma más generosa de pensar en él, la más total de imaginarlo a él. Porque hasta este día yo tenía mucho más de él que de mí. Él había empezado a entrar en mí, a convertirse en mí, como un río que se mezcla demasiado con el mar y al fin se vuelve salado como el mar. Por eso, cuando muevo los labios y digo "murió", me siento atravesada, despojada, vacía, sin mérito. Alguien ha venido y decretado: "Despójenla a esta niña de cuatro quintas partes de su ser". Y me han despojado. Lo peor de todo es que ese saldo que ahora soy, esa quinta parte de mí misma en que me he convertido, sigue teniendo conciencia, sin embargo, de su poquedad, de su insignificancia. Me ha quedado una quinta parte de mis buenos propósitos, de mis buenos proyectos, de mis buenas intenciones, pero la quinta parte que me ha quedado de mi lucidez alcanza para darme cuenta de que eso no sirve. La cosa se acabó, sencillamente...»


Finalmente, creo que estas palabras de Fernando Delgadillo lo resumen todo...

« No me pidas dejar mi vuelo hacia el sol
para estar contigo, mi amor, que yo
tengo tanto que hacer, tanto que alcanzar.
Mejor ven conmigo, ven a volar,
y si a medio camino encuentras
que ha cambiado tu dirección,
anda y vuela, que aunque me veas derrumbar,
al final de todo siempre he de recordar
que me diste a su tiempo tu corazón
y seguiste tu vuelo, tu vuelo al sol. »