martes, 13 de abril de 2004

Ya llegué...!
Como siempre, el viajecito al campa resultó catártico. Neta que la voz de Dios se escucha clara y pausadamente en Valle. Saludé a viejos amigos, hice unos pocos nuevos amigos (mejor calidad que cantidad), trabajé poco pero conciso... y sí, lloré como hacía mucho no lo hacía. Antes de irme había decidido abrir las ventanas del corazón para que entrara aire limpio y fresco, para que se fuera el olor a viejo, el aroma del dolor. Así pasó, encontré muchas respuestas a viejas preguntas y muchas nuevas preguntas para ocupar mi tiempo. Sigo en crisis, pero ya no sufro sola.

Después del campa, fui a casa a saludar a mi familia. Las cosas salieron bien, aunque esperaba que salieran mejor. Seguramente todo se debió a que todos crecemos a velocidades distintas: mientras yo estaba lista para hacer preguntas, papá no estaba listo para ofrecer respuestas. El equilibrio es muy difícil de lograr, es de lo poco que recuerdo de mis clases de ingeniería química.

Finalmente, el saldo del viaje es positivo. Salvo un pequeño detalle, un ligero pero peligroso descuido que tuve...con el corazón. En realidad es algo bueno por lo que se queda atrás, pero es malo porque no sé lo que venga delante (y lo que venga no depende de mí). Trataré de no ocuparme mucho en eso, pues finalmente, en prácticamente todas las áreas de mi vida, sólo alcanzo a ver la porción de camino sobre la que estoy parada.

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