"Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre le llevó a conocer el hielo.." Así comienza Cien Años de Soledad, por mucho mi libro favorito, y tal como el coronel Buendía, muchos años después yo aún recuerdo la increíble forma en que conocí al gran Gabo.
A los doce años, gracias a las lecturas que un tío me hacía de pequeña y a los fabulosos libros de Español Lecturas, ya tenía un respetable conocimiento sobre corrientes literarias. Me faltaba, sin embargo, leer los libros enteros, conocer de primera mano los imaginarios personales de cada uno de esos "escritores famosos". Afortunadamente en mi secundaria tenían una pequeña pero bien seleccionada biblioteca, y como el director me adoraba, me permitía llevar algunos libros a casa, siempre y cuando, al devolverlos, hiciera una breve reseña y le compartiera mis impresiones al respecto.
Un viernes llegó un nuevo cargamento de libros y el director me dijo: ve a verlos y escoge el que quieras. Fiel a mi costumbre de leer siempre la última página de los libros, encontré a un niño con colita de cerdo a punto de ser devorado por las hormigas. "Me llevo éste, a ver que tal, se ve que está muy loco". Ese día llegué a casa, hice la tarea lo más rápido posible y leí hasta la madrugada. Quizá ahí desarrollé aún más la miopía, porque para ocultarme de mi madre por las noches, me escondía entre las cobijas con una lámpara y seguía leyendo hasta que el sueño me vencía. De esa forma fue que prácticamente leí el libro en un fin de semana, y desde entonces me persiguen las mariposas amarillas, las colitas de cerdo, los pescaditos de oro, compañías bananeras, el hielo.. Macondo. Dicen que una imagen vale más que mil palabras, pero con Gabo es al revés: detalla los lugares, las personas, las circunstancias, incluso los olores, de una manera tan vívida que casi puedes sentirlos.
Hoy Gabo cumple ochenta años. Ya sólo le faltan veinte para la centena, aunque de ninguna manera su vida ha sido de soledad.
Ojalá que este día le regalen muchos vinos y muchos quesos, los únicos lujos que se permite. Ojalá también que Dios le conceda llegar al Fórum, a la FIL de Guadalajara, que nos entregue los dos tomos de sus memorias que aún faltan y que siga escribiendo como sólo él lo sabe hacer.
Yo sólo escribo para no tener que hablar.
Gabriel García Márquez
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